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Siempre me ha llamado la atención la peculiaridad en el ser humano para dejarse guiar por los hábitos, porque, aunque sea algo inherente a todos los seres vivos, en los humanos existe la conciencia, esa capacidad de auto observarse, capacidad de cuestionar lo que hacemos, pensamos y sentimos. A pesar de esa facultad de poder concienciarnos de nuestra conducta, los hábitos adquiridos dominan nuestra vida.

Cuesta poco percatarse de que los hábitos son necesarios para funcionar en la vida. El problema estriba en que esa necesidad de automatizar la conducta para realizar diversas funciones se amplía a la totalidad de nuestras conductas.

La automatización ocurre con la repetición de nuestros actos, con las experiencias que nos resultan agradables y desagradables, así como, también, cuando nos dejamos sugestionar.

Estamos bombardeados por todo tipo de sugestiones. Las sugestiones son las ideas que provienen de nuestro entorno social y que son captadas por nuestra mente sin ser filtradas por nuestra conciencia, es decir, las ideas presentadas desde el exterior son tomadas como propias, sin pararnos a analizarlas. Dichas sugestiones tienen la propiedad de automatizarse. Las ideas que conforman las sugestiones llegan a ser postulados, no hay ocasión de cuestionarlas, a menos que la vida nos obligue a ello. Eso es lo que hacemos en las sesiones de psicoterapia, cuestionarnos todo lo necesario para dar un cambio a nuestra vida.

Como digo, los hábitos abarcan toda nuestra vida. Claro que hay hábitos saludables que conviene conservar, otros nos perjudican. Los hay que nos perjudican de modo evidente como la dependencia de todo tipo de adicciones, otros de modo insidioso.

Lo relevante no es como adquirimos los hábitos, esa conducta automatizada, sino como los experimentamos. Los hábitos se llegan a tener de modo inconsciente. Cuando un comportamiento se convierte en hábito ya no podemos percatarnos de ello, a menos que, esa conducta automatizada y perjudicial, sea detectada por alguien quien podrá ayudarnos a concienciarnos de dicha conducta. Cuando hacemos consciente un hábito su automatismo se desvanece y es cuando empezamos a tener la posibilidad de librarnos de él.

Las expectativas, lo que esperamos que ocurra es un tipo de hábito, porque damos por sentado que así ocurrirán las cosas tal como las esperamos o, vale decir, como las imaginamos que ocurrirán.

Los consejos, las sentencias, las amenazas y los ejemplos mostrados por las personas hacia quienes profesamos respeto, se instalan con mucha facilidad en nuestra mente inconsciente para guiar nuestra conducta a modo de hábitos.

No siempre nos percatamos de que nuestras experiencias agradables o desagradables crean hábitos que condicionarán nuestras decisiones a la hora de emprender algo. Puede que digas que te das cuenta cuando ciertas costumbres de tu comportamiento son limitadoras de tu libertad de decisión o cuando son nocivas para tu salud, pero puede que al mismo tiempo llegues a justificarlas pata mantenerlas. Te diré que tus justificaciones para mantener dichas costumbres que te bloquean la posibilidad de cambiar para mejorar, no son más que interpretaciones. Realmente no sabes lo que la parte inconsciente del hábito te está dictando. De eso trata la psicoterapia, de averiguar los pensamientos que mantienen el hábito que deseamos modificar. Cada Hábito tiene sus propios pensamientos, en forma de imágenes o en forma de sentencias.

Tengo que puntualizar que no debemos confundir trastornos psicológicos con hábitos perjudiciales o bloqueadores. Por hábitos perjudiciales o bloqueadores me refiero a las conductas automatizadas que nos impiden cambiar para conseguir algún beneficio en nuestro bien estar o en la mejora de nuestras distintas capacidades. Los hábitos son más fáciles de tratar que los trastornos, sin embargo, aquellos son más difíciles de detectar. Con los trastornos eres consciente del sufrimiento que te causan, con los hábitos no es fácil ver en qué te perjudican, los hábitos no te hacen sufrir, ni siquiera los concibes como hábitos, los consideras tus modos normales de comportarte; pero te perjudican sus consecuencias. Consecuencias tales son: el tabaquismo, la falta de ejercicio, el no cuidar la alimentación, la multitud de expectativas que nos hacen dar por sentado ideas que bloquean o impiden superarnos o mejorarnos en muchos ámbitos de nuestra vida; tomemos el ejemplo de la mujer que espera su menstruación con dolor, y, en efecto, la experimentará siempre con dolor, porque esa es su expectativa; el empresario que no consigue imaginarse el poder delegar el control de las diversas tareas de su empresa, únicamente se ve a sí mismo al frente de todo el control, las consecuencias pueden ser perjudiciales para su salud. Y así multitud de ejemplos de lo sujetos que podemos estar por nuestras expectativas.

Muchas categorías de hábitos requieren un artículo aparte para ser analizados.

 

JOSE CANO

Soy psicólogo clínico, psicoterapeuta e hipnoterapeuta. Desde hace 27 años, trato los problemas psicológicos de los adultos. Mi orientación psicoterapeuta es ecléctica, aunque soy especialista en “Psicoterapia Dinámica Breve” (enfoque fundamental para entender y tratar los trastornos emocionales) y soy miembro de la “Sociedad Hipnológica Científica”.

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