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Estarás acostumbrado a oír que frente al desánimo, hay que pensar en positivo, o bien, que ante el infortunio debes encontrar y aplicar los ”pensamientos positivos” que te permitirán sobrellevar o superar con éxito los efectos de dicha adversidad o desdicha. Incluso habrás leído en libros de autoayuda toda una retahíla de “pensamientos positivos”, tal vez hayas asistido a cursos o talleres donde se menciona o enseña los “pensamientos positivos” pertinentes para tratar diversos trastornos psicológicos. Opino que esta visión psicoterapéutica, e incluso de autoayuda ante las adversidades de la vida, donde se anima a conocer y aplicar unos supuestos “pensamientos positivos” para tratar estados psicológicos de malestar es errónea.

Si sostienes que la enseñanza de los “pensamientos positivos” no pretende sustituir a la psicoterapia profesional, sino que tiene su utilidad en que las personas sean más optimistas ante la vida en general, en que las personas tengan recursos para sobrellevar o encararse mejor a las adversidades de la vida; te diré que sigue siendo un enfoque erróneo, e incluso falaz. Cuando digo falaz, no me refiero que quien defiende la utilidad de esos pensamientos tenga intensión de engañar, sé que quien defiende dicha utilidad lo hace con ánimo de ayudar, pero dudo que haya probado los supuestos efectos beneficiosos de los pensamientos que pretende enseñar o dar a conocer.

Hace tiempo que la idea sobre los beneficios que aportan los “pensamientos positivos” se ha instalado en nuestra cultura, se da por sentado que si cambiamos los pensamientos, cambiamos nuestra conducta. Esta idea está apoyada por el enfoque psicoterapéutico cognitivo; muchos psicólogos lo defienden. Estoy de acuerdo en que en un contexto psicoterapéutico se aplique la terapia de cambio o de reestructuración del pensamiento para ayudar a que una persona no se quede anclada en la idea que le lleva a deprimirse o a angustiarse, también reconozco que, en ciertas ocasiones, cualquiera puede mediante los argumentos pertinentes ayudar a una persona que sufre desanimo o miedo; el apoyo social, la persuasión y sobre todo la sugestión son herramientas para ayudar a las personas a superar el malestar psicológico. Pero insisto, para que los pensamientos influyan en ti, deben ser contextualizados. Un pensamiento fuera de contexto no logra motivarte para cambiar tu conducta. Cuando contextualizas un pensamiento es cuando lo llenas de la emoción pertinente que te motiva para la acción; los “pensamientos positivos” tal como se presentan en libros y cursos de autoayuda están fuera de contexto, no se aplican en un tratamiento individualizado.

Los que pretenden que la enseñanza de los susodichos “pensamientos positivos” ayuda a remontar el ánimo y reduce la ansiedad no tienen en cuenta los determinantes de la conducta humana. Hay que conocer los eventos que han provocado el desanimo o el miedo en una persona en un momento dado; aunque puedes sostener que el malestar psicológico en muchas ocasiones es debido a los hábitos y actitudes (ver el artículo sobre cambio de hábitos) mantenidos por pensamientos negativos; pero en tal caso dichos pensamientos negativos actúan a un nivel inconsciente (ver artículo sobre lo que hay que saber de la depresión), por mucho que intentes razonar con una persona para hacerle ver los pensamiento que mantienen sus hábitos nocivos muy pocas veces conseguirás que cambie su conducta; piensa lo difícil que es convencer a alguien a través de la razón que abandone cualquier adicción.

Los que defienden la utilidad de aprender “pensamientos positivos” te piden que pienses en positivo, o sea que aluden a tu fuerza de voluntad. Te piden que dichos pensamientos los tengas presentes, que los retengas en tu memoria, que practiques con ellos, que antes de acometer cualquier cosa que los recuerdes, que si estas deprimido o ansioso los tengas en cuenta. Pienso que si fuese tan fácil hacer lo que dicen y, si además, los efectos de dichos “pensamientos positivos” fuesen reales, no habría ningún ser humano infeliz; no existiría el malestar psicológico.

Cuántas veces has leído o te han expresado el contenido de las enseñanzas de los refranes, proverbios, dichos, etc. ¿Crees que dichas enseñanzas han sido de tu utilidad en algún sentido? ¿Cuántas veces has tenido en cuenta esas enseñanzas? Es difícil que un pensamiento en forma de sentencia breve (lo que pretenden ser los pensamientos positivos) leído u oído lo retengas en tu memoria para que guíe tu conducta. Los pensamientos, ideas, conocimientos y enseñanzas necesitan la pertinente motivación para derivar en acción o conducta; sin la correspondiente motivación las enseñanzas se olvidan.

 

JOSE CANO

Soy psicólogo clínico, psicoterapeuta e hipnoterapeuta. Desde hace 27 años, trato los problemas psicológicos de los adultos. Mi orientación psicoterapeuta es ecléctica, aunque soy especialista en “Psicoterapia Dinámica Breve” (enfoque fundamental para entender y tratar los trastornos emocionales) y soy miembro de la “Sociedad Hipnológica Científica”.

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