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El ejercicio físico es algo necesario para la salud. La cuestión es cómo convertirlo en hábito, así cómo saber el tipo de ejercicio recomendable para cada persona y el momento apropiado para su práctica.

Si deseas crear el hábito del ejercicio físico y eres una persona que, tiempo atrás, ha practicado algún deporte o algún tipo de gimnasia, podrás lograrlo al recuperar la emoción buena que acompañaba dicha práctica, además de añadir la motivación pertinente para crear el hábito. La motivación saludable que te impulsa al ejercicio la notas como una sensación de libertad y/o relajamiento al imaginarte como realizas tus ejercicios. De nada sirve proponerte hacer ejercicio con desgana o sin esa emoción agradable de libertad. Puedes empezar a practicar un ejercicio con desgana, pero lo antes posible hay que recurrir a generar dicha emoción agradable.

Si tu hábito es el sedentarismo, habrá que crear un nuevo hábito en tu vida. Si tienes una razón poderosa para querer abandonar el sedentarismo como lo es la salud o la estética, entonces ese será el primer paso para crear el hábito del ejercicio. En tu inconsciente están las ideas que te hacen sentir pereza a la hora de iniciarte en cualquier ejercicio, pero también están las ideas que pueden asociarse al ejercicio para generar en ti una emoción de libertad a la hora de imaginarte la práctica de cualquier ejercicio; habrá que hurgar en tu interior para trabajar con ambas ideas. Para crear en ti un hábito saludable, no basta con imponerte una disciplina, sino que hay que encontrar de qué modo te resultará sugerente la idea de verte en la práctica de algún ejercicio; para ello, antes que nada, hay que detectar las ideas, muchas veces a nivel inconsciente, que te impiden darte la posibilidad de intentar imaginarte lo sugerente de la actividad física. Recuerda que no existe la pereza, la pereza es consecuencia de esas ideas que te impiden dicho intento.

Es fácil entender que el ejercicio apropiado depende de tus condiciones físicas y psicológicas. Tal vez hayas oído o leído que el ejercicio físico ayuda a reducir el estrés. Pienso que es un error querer reducir el estrés mediante la actividad física; el estrés se reduce con el relajamiento (ver los artículos sobre el estrés). Cuando te sientes inquieto, nervioso, tenso o irritable –es decir, estresado- y pretendes reducir esas sensaciones a través la actividad, lo que consigues es estresarte más, porque el ejercicio no lo realizas a gusto; es posible que consigas cansarte con un ejercicio agotador, con ello logras una aparente sensación de calma, pero no reduces o eliminas las causas del estrés. Algunas personas que sufren crisis de ansiedad presentan agitación, esto es, necesitan moverse constantemente, por lo que optan por realizar ejercicios que demandan mucho esfuerzo con la finalidad de sentirse cansados, lo que les da la sensación por unos instantes de no sufrir la mencionada agitación; pero te digo que eso es un error, no combates los síntomas de la crisis de ansiedad con ejercicios agotadores, sino con la apropiada psicoterapia que trata la crisis de ansiedad y sus síntomas (ver artículo sobre la crisis de ansiedad). Si cuando sufres los síntomas de la crisis de ansiedad, por el motivo que sea, deseas practicar algún ejercicio físico, elige los ejercicios que te aportan relajamiento, concentración y buena relación mente-cuerpo, lo que puedes conseguir a través de disciplinas tales como: el tai-chi, el yoga, el chi-kung… Estas disciplinas son preferibles a los ejercicios agotadores cuando sufres el síntoma de la agitación; pero insisto, dichas disciplinas no son el remedio para tratar la causa de la crisis de ansiedad ni para tratar sus síntomas.

Otro campo en el que se malinterpretan los beneficios de la práctica física es el campo de las depresiones (ver artículo sobre la depresión). Lo habrás oído decir a alguien que trata de animar a un allegado suyo que sufre un estado depresivo: “anímate, muévete, haz algún deporte,…” Existe la creencia general que los estados depresivos se combaten con fuerza de voluntad para emprender una práctica física, pero incurres en un error si pretendes curar a alguien o curarte mediante el esfuerzo físico. Los estados y trastornos depresivos se combaten con la apropiada psicoterapia. Es verdad que la actividad física suele aportarte una bioquímica que podemos llamar “bioquímica antidepresiva”, pero cuando te exiges un esfuerzo físico para combatir los efectos de tu estado depresivo, lo que consigues es desanimarte más: ves que no logras iniciar ningún ejercicio y te culpas de no tener suficiente fuerza de voluntad, inicias un ejercicio y te culpas de no ser constante o de no hacer lo suficiente, compruebas que a pesar del esfuerzo no logras animarte o que al poco tiempo vuelve el desánimo. En la depresión lo que tienes que evitar por todos los medios es reprocharte de sentirte abatido, desanimado o cansado. Acepta tu estado depresivo como una señal de tu interior para que inicies cambios en tu vida o en tu conducta.

Si deseas complementar tu actividad física con ejercicios que requieren un mayor esfuerzo para activar el corazón, tendrás que asegurarte que tu condición física y psicológica te lo permite; pero, si además quieres asegurarte el ser contante en dicha práctica, o sea crear un hábito del ejercicio físico, entonces asegúrate de finalizar tus ejercicios -cualquier ejercicio, no importa lo duro que sea- con sensación de relajamiento o con sensación de bienestar. En cualquier actividad física evita las auto imposiciones, busca la sensación de relajamiento y libertad.

 

JOSE CANO

Soy psicólogo clínico, psicoterapeuta e hipnoterapeuta. Desde hace 27 años, trato los problemas psicológicos de los adultos. Mi orientación psicoterapeuta es ecléctica, aunque soy especialista en “Psicoterapia Dinámica Breve” (enfoque fundamental para entender y tratar los trastornos emocionales) y soy miembro de la “Sociedad Hipnológica Científica”.

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