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Hoy en día, una cuestión importante a dilucidar es la distinción o diferencia entre el conflicto de convivencia, el conflicto pasional y el conflicto de género.

El conflicto de convivencia puede existir en cualquier grupo de personas donde la relación entre dichas personas esté motivada por la actividad laboral, por lazos afectivos, por lazos familiares, por compartir intereses comunes o por cualquier motivo que obligue a dichas personas a mantenerse físicamente cercanas. En los grupos humanos donde encontrarás con mayor facilidad este conflicto es en aquellos que quedan, explicita o implícitamente establecidas las jerarquías (ver artículos sobre la dependencia de los demás), ya sea `por razones de autoridad, de cargo o de influencia. Lo que suele originar un conflicto de convivencia es cuando se quiere, consciente o inconscientemente, imponer el criterio o los intereses propios frente a los de los demás. La imposición es la principal fuente de conflicto de la convivencia. Son varias las razones por las que te sentirías impulsado a imponer tu criterio, tu parecer, tu voluntad o cualquier cosa para favorecer tus intereses: cuando notas que quien te rodea te teme o te muestra un excesivo respeto, cuando crees que ostentas un mayor prestigio social que los que conforman tu grupo social a quien diriges tus imposiciones, cuando consideras que eres superior a otros por alguna condición social ya sea etnia, laboral, económica o de género.

Si quieres imponerte a alguien por su condición de género, serás un hombre que quiere imponerse a una mujer, luego mostrarás una actitud machista. Esto sería un conflicto de género, porque quieres imponerte a una mujer por el mero hecho de ser mujer; lo que la cultura patriarcal ha permitido y amparado a lo largo de la historia del ser humano. La cultura patriarcal a reducido la mujer a un segundo plano al considerarla como un ser al servicio del varón y de la reproducción. Estas dos funciones son las únicas que la mujer puede pretender realizar y con las que puede perseguir auto realizarse. Fuera de esas dos funciones no le es posible aspirar a ningún prestigio social por méritos propios. El único prestigio social que podría disfrutar sería el de su marido. En la cultura patriarcal, la mujer se sentirá orgullosa cuando le dé al marido hijos sanos, cuando tenga a su marido cuidado y cuando pueda ostentar que su marido la quiere, la aprecia o la respeta. En la cultura patriarcal, la mujer se convierte en una posesión del varón. Posesión con la cual establecer alianzas familiares. Hoy en día, y en nuestra cultura occidental, la cultura patriarcal ha perdido su vigor, sin embargo, tanto en el comportamiento de muchos varones como de mujeres, quedan ciertos rasgos (a veces rasgos importantes) de esa cultura.

Cultura patriarcal significa que en esa cultura la mayoría de hombres y mujeres asumen como normal las normas de dicha cultural: no las cuestionan. Pero hay algunos hombres y mujeres que sí se han cuestionado la opresión sufrida por la mujer, a pesar de que muchas mujeres no hayan sido conscientes de la condición de oprimidas. Hoy en día se aprecia un importante cambio cultural que apunta hacia una mayor igualdad entre hombres y mujeres, un cambio que de igual modo beneficia al varón. Como ya he mencionado, quedan ciertos rasgos de la cultura patriarcal como es la rigidez en los roles sociales y los roles en el ámbito familiar.

Todavía, la mujer, en su ámbito conyugal, asume, como dado por sentado, su rol de ama de casa con las correspondientes tareas. En mi consulta, a menudo, asisto a las quejas de mujeres en relación a dicho rol: “mi marido, por decisión propia, no emprende las tareas de casa”. Yo siempre digo que las tareas del hogar es algo que se debe acordar entre los dos, en caso de la pareja. Además, conviene que uno de los dos sea el director de las tareas o el que dirija la casa; quien dirige la casa no significa que tenga que trabajar más, sino que será quien coordine las tareas, tenga en mente las necesidades del hogar y distribuya los trabajos a realizar. Lo que acabo de mencionar es importante, sin darse cuenta siempre habrá alguien que, sin percatarse, asuma el rol de director de la casa y, como ya te imaginas, suele ser siempre la mujer. La mujer no debería esperar a que su pareja mostrase su buena voluntad a la hora de emprender las tareas del domicilio común, sino tomar la iniciativa de comentar todo lo relativo a la casa.

El rol social de la mujer es otro de los aspectos que entraña mucha ambigüedad a la hora de evaluarlo hoy en día. En la cultura patriarcal, fuera de su casa y en el ámbito laboral, la mujer quedaba relegada a trabajos y profesiones que eran comúnmente reconocidos para mujeres, ninguna podía pretender realizar un trabajo de hombre por ser algo socialmente criticable. A la hora de socializarse era preferible o aconsejable mostrar una actitud remilgada; el remilgo es un modo de esconder los verdaderos sentimientos, en la cultura patriarcal es lo que se espera de una mujer si no quiere recibir el castigo de la reprobación de su entorno social.

Ahora, en la cultura de tu entorno actual, debes preguntarte en qué medida, como mujer, te sientes cosificada, o, como hombre, en qué medida cosificas a las mujeres. En la actualidad, está totalmente normalizado en que la mujer puede alcanzar cualquier estatus social, la mujer se muestra y se viste con mayor libertad, pero, ¿en qué medida los hombres tratan y ven a las mujeres como personas antes que como mujeres?

El conflicto pasional puede darse en todo tipo de pareja, es independiente del género. Los sentimientos de posesión y de celos son los responsables de los conflictos pasionales. Pero hay que tener presente que en la cultura patriarcal, dichos sentimientos suelen justificar la actitud o comportamiento machista, un comportamiento que fácilmente se llega a convertir en impulsos agresivos o violentos, dicho de otro modo, la visión machista justificará y normalizará que estos sentimientos se conviertan en conducta agresiva y violenta hacia la mujer.

La cultura patriarcal y machista debe dar paso a una cultura donde la mujer sea persona a la vez que mujer.

 

JOSE CANO

Soy psicólogo clínico, psicoterapeuta e hipnoterapeuta. Desde hace 27 años, trato los problemas psicológicos de los adultos. Mi orientación psicoterapeuta es ecléctica, aunque soy especialista en “Psicoterapia Dinámica Breve” (enfoque fundamental para entender y tratar los trastornos emocionales) y soy miembro de la “Sociedad Hipnológica Científica”.

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