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Me han comentado que con mi anterior artículo sobre los “pensamientos positivos”, no expongo con claridad el efecto que el pensamiento pueda ejercer sobre la conducta; también en dicho artículo, sostengo que los pensamientos, para que sean relevantes a la hora de intentar cambiar la conducta, deben ser contextualizados, pero resulta que no termino de explicar cómo se consiguen contextualizar.

Contextualizar el pensamiento significa relacionarlo con sentimientos, sensaciones, emociones, personas y situaciones; o sea el pensamiento que te permite revivir una experiencia. Solo a través de la experiencia aprendemos, y de ese modo el pensamiento puede llegar a ser útil para cambiar la conducta.

En el siglo XIX estuvo de moda un método que podría ser lo que hoy en día es la práctica de los susodichos pensamientos positivos. Aquél método consistía en repetirse una palabra o frase que aludía a mantener o conseguir algún beneficio relativo a la salud o al éxito social; una frase como: “cada día que pasa me encuentro mejor y mejor” era repetida veinte o treinta veces al día a modo de mantra, en el mejor de los casos sus efectos tuvieron que ser los de una autosugestión, y la autosugestión (ver artículo sobre la hipnosis) para que tenga algún efecto positivo demanda la imaginación pertinente que permita recuperar la emoción requerida para motivar o posibilitar los cambios de conducta. No niego que alguien pudo haberse beneficiado de aquella práctica, al igual que no niego que al leer un libro de autoayuda puedas lograr mejorar ciertas conductas, hábitos o actitudes; pero puede ocurrirte lo mismo en cualquier experiencia social. Tus relaciones interpersonales te dan la posibilidad de cambiar el significado de tus propias experiencias; los demás, al compartir contigo sus opiniones, te ayudan a que tengas la oportunidad de reinterpretar muchas cosas que te ocurren. Volviendo al método en cuestión, si hubiese tenido mucho éxito la ciencia habría tomada buena nota de ello, y este no es el caso.

El discurso sobre los beneficios que aportan los “pensamientos positivos” se sustenta en la suposición que la conducta viene causada por el pensamiento, pero te digo que el pensamiento es consecuencia de la emoción, del sentimiento y de la conducta; tras experimentar un hecho es cuando acuñamos unos pensamientos derivados de dicha experiencia. Frente a todo lo que te ocurre necesitas una interpretación, y pocas veces te pararás a comprobar si tu interpretación es correcta. Lo que pensamos es consecuencia de la experiencia y no al revés.

Tal vez puedas argumentar que la enseñanza de los “pensamientos positivos” no pretende sustituir a la psicoterapia de un psicólogo, porque hay trastornos que requieren la atención psicoterapéutica, que lo que pretende dicha enseñanza es cambiar hábitos y actitudes para ser más optimista y, de ese modo, conseguir que aproveches todos tus potenciales y aptitudes. Pero te diré que para conseguirlo no puedes recurrir a tu fuerza de voluntad, no existe lo que comúnmente llamamos “fuerza de voluntad” lo que existe es la motivación; si te sientes motivado para mejorar tu conducta, entonces buscaras la manera de conseguirlo. Si estas motivado, o dicho de otro modo, si una parte de tu interior desea cambiar algo de ti, cualquier consejo, cualquier frase oída o leída o cualquier “pensamiento positivo” podría despertar en ti la emoción pertinente para empujarte a dar el primer paso para iniciar el cambio deseado.

No puedes pretender cambiar tu comportamiento, hábitos y actitudes de manera general, no puedes decir que quieres ser más optimista en tu vida, sino que debes concretar lo que necesitas cambiar en tu vida; con ello vuelvo a la idea de tener que contextualizar un pensamiento si quiere que éste sea útil para conseguir cambios en ti. No basta con contemplar una retahíla de “pensamientos Positivos”. Con suerte, si alguno de esos pensamientos te hace recordar un hábito o conducta que te genera malestar debes centrarte en aplicar la enseñanza positiva para cambiar la conducta que a su vez ayuda crear un hábito positivo, y luego perseverar en dicha conducta para automatizarla; solo así consigues cambiar el hábito negativo por uno positivo. Al mismo tiempo tendrás que ser constante en aplicar la conducta que cambiara el hábito, así mismo, necesitarás trabajar en la motivación que mantiene dicha constancia. Pero, además, tendrás que asegurarte que los hábitos que deseas cambiar no estén sustentados por ideas inconscientes.

Como ves, no digo que los “pensamientos positivos” tal como se exponen en las redes sociales, libros o cursos sean totalmente inútiles para mejorar tu vida, sino que en el mejor de los casos pueden ser un principio de ayuda para mejorar tu vida, aunque luego necesitarás mucho trabajo para alcanzar los cambios anhelados.

 

JOSE CANO

Soy psicólogo clínico, psicoterapeuta e hipnoterapeuta. Desde hace 27 años, trato los problemas psicológicos de los adultos. Mi orientación psicoterapeuta es ecléctica, aunque soy especialista en “Psicoterapia Dinámica Breve” (enfoque fundamental para entender y tratar los trastornos emocionales) y soy miembro de la “Sociedad Hipnológica Científica”.

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