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A lo largo de mis años de práctica como psicoterapeuta, he comprobado que ciertas personas disponían de rasgos de personalidad que servían de antídoto frente a la depresión que, según sus quejas, podrían estar en riesgo de padecer o que, según dichas quejas, hubiesen tenido que padecer dicho trastorno. En estos rasgos sobresalen dos aspectos, uno es la capacidad de reconsiderar tus “dependencias” de los demás en todos los sentidos, el otro aspecto es el de disponer, entre tus conductas, de un “ocio genuino o bien entendido” (concepto, este último, que aclaro más adelante).

Las dependencias en relación a otras personas (ver artículos sobre dependencias de los demás) es algo normal y natural, no se trata de buscar tu total independencia, primero porque no es posible y en segundo lugar porque no es saludable, lo que defiendo es la capacidad de reconsiderar tus dependencias. En la medida que tienes capacidad de relativizar tales dependencias podrás evitar los trastornos depresivos o superarlos con mayor facilidad. Pero hay dos consideraciones a tener en cuenta cuando hablo de relativizar las dependencias, la primera es que relativizar no significa evitar las ataduras afectivas o de pertenencia con personas, porque eso sería erigir una defensa, un muro frente a tus sentimientos, y eso no es saludable. La segunda consideración es que en cuanto has establecido una relación afectiva o sentimental con alguien, no puedes de repente dejar de reconocer o asumir dicha dependencia afectiva. Las dependencias de pertenencia son más fáciles de relativizar, pero las sentimentales requieren un mayor trabajo en cuanto a tener que reconsiderar el verdadero significado que tiene para ti una relación sentimental o afectiva que causa tu estado depresivo. Cuando digo “reconsiderar el verdadero significado”, me refiero a comprobar tus verdaderos sentimientos y descartar las obsesiones, los miedos al abandono, el miedo a la soledad…, muchas veces confundimos los verdaderos sentimientos con dichos miedos. Hay personas que tienen mayor facilidad que otras en diferenciar el miedo del sentimiento, tal habilidad es lo que yo llamo “capacidad de reconsiderar tu dependencia de los demás”, ya sea dependencia sentimental o de pertenencia.

Por mucha capacidad de reconsiderar las dependencias que tengas, no significa que en muchas ocasiones no necesiates la ayuda profesional, sino que hay mayores posibilidades que tu estado depresivo no se agrave o que puedas superarlo con mayor facilidad. De hecho, la psicoterapia para tratar depresiones que guardan relación con dependencias de los demás, consisten en realizar ese ejercicio en reconsiderar tales dependencias.

Otro antídoto contra la depresión es ese aspecto como rasgo de tu personalidad o como elemento de tu sistema de conducta que denomino “ocio genuino”. Denomino así a la actividad que aporta una satisfacción y emoción parecida a la que aporta el juego genuino en los niños. En el juego genuino de los niños no se busca utilidad ni competitividad. En el juego genuino la satisfacción esta en las sensaciones de libertad y curiosidad que se experimentan. Se da por sentado que el juego de los niños les prepara para la etapa adulta. Por supuesto toda nuestra biología es funcional, pero también es verdad que nuestra conducta trasciende lo estrictamente biológico (véase artículo sobre la sexualidad); lo que me refiero es que el juego se independiza de su función adaptativa o de aprendizaje para convertirse en un placer en si mismo. El placer del juego radica en la experiencia de autonomía, un grado de autonomía o de libertad que ninguna otra activad te conseguirá aportar.

Cuando eras niño fuera del tiempo que dedicabas a tus obligaciones, disponías de un tiempo para jugar, ahora, de adulto, lo llamas “tiempo de ocio”. El ocio se ha convertido en el tiempo que te queda cuando no trabajas o cuando te preparas para dicho trabajo; seguramente lo llamas tu “tiempo libre”. Un tiempo en el que buscas realizar actividades que te ayuden a descansar del trabajo, tal vez en este tiempo, también busques actividades que te hagan sentir emociones que no encuentras en otros momentos de tu vida; pero para que tus actividades sean “juego genuino” no tiene que haber ni utilidad ni competitividad. No puedes emprender un viaje para presumir ante los demás de que has ido a un lugar u otro, no puedes hacer deporte para competir o para adelgazar; no debe de haber utilidad. Para que durante tu tiempo libre tus actividades te aporten el grado máximo de autonomía o de libertad, deben de asemejarse al juego de un niño.

Haber encontrado la capacidad de experimentar el “ocio o juego genuino” te permite enfrentarte mejor a los estados depresivos, esos momentos de autentica autonomía te vuelven menos vulnerable para caer en depresión, pueden llegar a equivaler a un buen apoyo social.

Las capacidades o antídotos mencionados arriba no son los únicos aspectos a tener en cuenta a la hora de enfrentarse a una depresión. Solo he expuesto dos aspectos del ser humano para ampliar la visión de tu conducta.

 

JOSE CANO

Soy psicólogo clínico, psicoterapeuta e hipnoterapeuta. Desde hace 27 años, trato los problemas psicológicos de los adultos. Mi orientación psicoterapeuta es ecléctica, aunque soy especialista en “Psicoterapia Dinámica Breve” (enfoque fundamental para entender y tratar los trastornos emocionales) y soy miembro de la “Sociedad Hipnológica Científica”.

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